31 Enero 2011
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 29 de enero, 2011
En Inglés
Desde el comienzo del deterioro de la economía española se ha puesto de moda compararla con la economía alemana, la cual se está recuperando fuertemente. La idea es que los alemanes ya completaron su reestructuración, derrotaron a los sindicatos, y así aumentaron la competitividad de su economía. Según este cuento, esta fue la clave de su éxito económico – así que España, por lo tanto, debería seguir su ejemplo si desea la recuperación de su economía.
Este cuento encaja bien con varios estereotipos sobre los alemanes de que son disciplinados y trabajadores y dispuestos a hacer lo necesario para poder competir en la economía mundial, mientras que sus homólogos en la periferia europea son considerados indisciplinados e indulgentes. Sin embargo, el cuento no encaja muy bien con los hechos económicos.
Los problemas que enfrenta España son principalmente debidos al euro, en combinación con algunas malas decisiones de política económica que no tienen nada que ver con la “inflexibilidad laboral,” el poder de los sindicatos, o el gasto público. Y su recuperación esta siendo retrazada por decisiones de las autoridades europeas: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Cuando España entró al euro en 1999, su nivel de productividad manufacturera era aproximadamente 63,6 por ciento del de Alemania. Durante los siguientes 10 años, la productividad aumentó más o menos al mismo ritmo en ambos países, así que al llegar 2009 la proporción era casi la misma: 63 por ciento. Los salarios por hora en el sector manufacturero también aumentaron más o menos al mismo ritmo en ambos países, así que Alemania mantuvo su grande ventaja de costos, basada en la productividad, sobre España. Por supuesto, este arreglo le ha servido mucho más a Alemania. Durante el periodo de expansión de 2002-2007, más del 120 por ciento del crecimiento alemán fue debido a sus exportaciones, y la mayoría de estas exportaciones se destinaron a otros países de la zona del euro.
Este es el problema básico cuando un país decide adoptar una moneda común con otros países con niveles de productividad mucho más altos: no pueden ser competitivos en los bienes transables – los que no sólo incluyen exportaciones si no también las industrias que compiten con las importaciones. Si tuviera una moneda propia, España podría dejar que caiga el valor de su moneda a un nivel suficientemente bajo como para que el sector de bienes transables se mantenga competitivo. En una situación en la que la economía esta débil o en recesión – la economía española se contrajo 0,2 por ciento en 2010 – el aumento de exportaciones y la disminución de importaciones de tal devaluación contribuiría a la recuperación económica.
Pero las autoridades europeas, en vez, has prescrito lo que se llama una “devaluación interna” – contraer la economía y aumentar el paro lo suficiente como para que el país pueda mantenerse competitivo, a través de precios y salarios más bajos, sin cambiar el tipo de cambio (es decir, mantener el euro). El paro en Espanã ahora llega al 20 por ciento, y aunque las exportaciones han aumentado un poco durante el ultimo año, no es lo suficiente como para sacar a la economía de la recesión. España necesita políticas fiscales y monetarias expansivas para estimular a la economía. Pero la política monetaria es controlada por el Banco Central Europeo – el cual anunció la semana pasada que podría aumentar las tasas de interés, a pesar de la recuperación anémica de Europa y el abrumador desempleo en las economías más débiles de la zona del euro (España, Irlanda y Portugal).
La expansión fiscal ha sido descartada bajo presión de las autoridades europeas – las cuales, de hecho, empujan a España a hacer lo opuesto, es decir cortar el gasto público y aumentar los impuestos. Además, al no tener una política monetaria propia, España no puede realizar la “flexibilización monetaria” (el denominado “quantitative easing” en inglés), como lo ha hecho Estados Unidos recientemente, o como Japón durante décadas, para financiar el gasto público sin aumentar la carga de deuda neta nacional.
Ahora, de vuelta a la experiencia española con el euro durante la ultima década. La entrada al euro abrió un periodo de crecimiento de burbujas, con una gran aceleración de la entrada de capitales foráneos de otros países europeos, un tremendo aumento en el mercado bursátil y una gigantesca burbuja inmobiliaria. La economía española creció un tercio entre 1999 y 2007, y su deuda neta cayó a tan sólo 26,5 por ciento del PIB en 2007. Pero este crecimiento fue impulsado por burbujas: el mercado bursátil alcanzó un auge de 125 por ciento del PIB en noviembre 2007 y se desplomó hasta llegar al 54 por ciento del PIB un año después. Una burbuja inmobiliaria aumentó la construcción desde el 7,5 por ciento hasta el 10,8 por ciento del PIB (2000-2006), y la construcción de nuevas viviendas bajó 87 por ciento cuando la burbuja estalló.
Fueron estas burbujas, y no los gastos irresponsables del gobierno, que estrellaron la economía española y causaron sus problemas presupuestarios. Y es la subordinación española a las autoridades europeas que evitan que use las tres políticas macroeconómicas más importantes – fiscal, monetaria, y cambiaria – para escapar la recesión. Además, aunque teóricamente España pudo haber reducido la diferencia en productividad entre ella y Alemania – ya que empezó en un nivel mucho menor – el crecimiento de burbujas de las ultima década, impulsado por la entrada al euro y la entrada de capitales foráneos, no es el tipo de crecimiento que aumenta el nivel de la productividad manufacturera.
Así que los neoliberales tienen el cuento al revés: fueron las políticas macroeconómicas neoliberales, en combinación con el euro, que causaron tanto la recesión, como sus problemas actuales. España debería rechazar cualquier política que pueda prolongar su recesión e impidir la reducción del paro. Si eso significa reestructurar su deuda o incluso abandonar el euro, estas opciones deberían ser consideradas durante negociaciones con las autoridades europeas. Estas opciones serían mejores que la de sufrir durante muchos años más de crecimiento moroso y alto desempleo.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR).