29 Abril 2011
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 18 de abril, 2011
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Durante las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Washington, se habló más de lo mucho que el FMI ha cambiado. En su discurso del miércoles en la Brookings Institution, el Director Gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn citó a John Maynard Keynes:
Las fallas pendientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para proveer el pleno empleo y su distribución arbitraria y desigual de la riqueza y de los ingresos.
En su discurso de apertura de las reuniones de otoño del año pasado fue aún más allá, subrayando el aumento de la deuda pública en los países de altos ingresos, lo que debería ser lectura obligatoria para los periodistas de negocios de EE.UU.:
Pero no se equivoquen: este aumento de 35 puntos porcentuales [de la deuda pública de los países de ingreso alto] se debe principalmente al bajo crecimiento, a los gastos vinculados al rescate del sector financiero, a la falta de ingresos debido a la desaceleración económica. Sólo alrededor de una décima parte proviene directamente de los estímulos. Así que la lección es clara: la mayor amenaza para la sostenibilidad fiscal es el bajo crecimiento.
Por supuesto, ha habido algunos cambios significativos en el FMI en los últimos años, sobre todo en el ámbito de la investigación, donde el Fondo ha reconocido que los controles de las entradas de capital son un instrumento legítimo para ser usados por los gobiernos. Ha habido una cantidad limitada de prestamos sin condiciones. Y aunque, durante la recesión mundial, el FMI incluyó condiciones “procíclicas” (es decir, políticas macroeconómicas que empeoraron la desaceleración) en la mayoría de sus acuerdos, por el lado optimista se dio marcha atrás en muchos casos mientras la crisis se profundizó.
Pero desafortunadamente, la práctica del FMI sigue sin coincidir con su retórica, e incluso cada vez más, con su propia investigación. En Grecia, Irlanda, España, Portugal, Letonia y otros países, el Fondo sigue participando en la aplicación de políticas “pro-cíclicas” que impedirán que estos países se recuperen durante mucho tiempo. Para Grecia, Irlanda y Letonia, por ejemplo, serán 9-10 años antes de que lleguen a los niveles de PIB que tenían antes de la crisis.
No hay absolutamente ninguna excusa para esto, desde el punto de vista económico. Cualquier política que requiere este tipo de período extendido de desempleo y de estancamiento está equivocada por definición.. Si esto es lo que necesitan para asegurar el pago de la deuda, el país estaría mejor con el incumplimiento de su deuda. Argentina se enfrentó a una carga insostenible de la deuda y adoptó el incumplimiento de pagos a finales de 2001. La economía se contrajo sólo un trimestre y luego creció 63 por ciento en los siguientes seis años, recuperando en menos de tres años su nivel de PIB anterior a la crisis .
Retórica aparte, las políticas del Fondo aún reflejan el punto de vista de los acreedores. Y desde el punto de vista de los acreedores, un país como Grecia – que incluso los mercados financieros reconocen tendrá que reestructurar su deuda en algún momento – primero tiene que pasar por el infierno. Las autoridades europeas y el FMI en conjunto tienen tanto dinero ahora ($750 mil millones para el FMI, $635 mil millones para la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera, $87 mil millones para el Fondo Europeo de Estabilización Financiera) con lo que sería muy sencillo rescatar a las economías relativamente pequeñas de Grecia, Irlanda, Portugal, o Letonia – e incluso a la economía española, mucho más grande – de una manera no dolorosa. Es decir, primero restablecer el crecimiento y el empleo, y preocuparse por la deuda después que la economía ya este en camino.
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Pero desde el punto de vista de los acreedores, esto sería premiar el “mal comportamiento”. Así que la gente de estos países tiene que sufrir años de alto desempleo (20 por ciento en España, el 15 por ciento en Irlanda, el 11 por ciento en Portugal, el 14 por ciento en Grecia, el 17 por ciento en Letonia).
Ni hablar de las privatizaciones y las “reformas” anti-laborales a que están sometidos estos países a fin de satisfacer las demandas del FMI y de las autoridades de la UE.
Para ser justos con Strauss-Kahn, así como con algunos de los economistas del departamento de investigación del FMI, quienes quisieran aplicar políticas más progresistas, ellos no dirigen la institución. La última palabra corresponde a una Junta Ejecutiva, encabezada principalmente por el Departamento del Tesoro de EE.UU. y las autoridades europeas (estas últimas tienen la última palabra sobre Europa, incluida Europa del Este).
Y por encima del Departamento del Tesoro de EE.UU. se encuentra Goldman Sachs.
En la reciente publicación del FMI “Perspectivas de la Economía Mundial” (WEO- World Economic Outlook) se pide más “consolidación fiscal y reformas de prestaciones estatales” en los países de altos ingresos, diciendo que “la necesidad es particularmente urgente en Estados Unidos”, donde “las medidas más amplias, como las reformas a la seguridad social y las reformas fiscales”, serán esenciales. El Fondo tiene razón sobre las “reformas fiscales”, ya que los recortes fiscales de Bush para los contribuyentes de altos ingresos, continuados bajo la administración de Obama, contribuyen significativamente al problema del déficit a largo plazo. Pero el sistema de la Seguridad Social no contribuye en nada al problema del déficit, ni en lo inmediato ni a largo plazo. Se puede pagar todos los beneficios prometidos para los próximos 26 años, y se requieren ajustes de menor importancia para mantener la solvencia de forma indefinida. Por el contrario, es nuestro fracturado sistema privado de salud el que es responsable de casi la totalidad de las previsiones de déficit a largo plazo.
El Fondo proyecta aproximadamente 2.5 por ciento anual de crecimiento del PIB para los países de altos ingresos en los próximos dos años, y 6.5 por ciento para las “economías emergentes y en desarrollo.” Al llamar a la consolidación fiscal en los países ricos, el WEO del FMI parece aceptar que están condenados al crecimiento lento y al desempleo alto en el futuro previsible; quieren que los países en desarrollo con el crecimiento más rápido aprecien sus monedas y le den a los países de altos ingresos un impulso mediante mayores importaciones. Al mismo tiempo, les preocupa que los países en desarrollo se estén “sobrecalentando”, y que muchos necesiten un “endurecimiento de las políticas macroeconómicas”.
Pero los cambios reales – los que han contribuido al repunte en el crecimiento económico que ha ocurrido en los países de ingresos bajos y medios en la última década – han sido resultado de la pérdida de gran parte de la influencia que tenía el Fondo sobre la política hace diez o veinte años. Esto es especialmente cierto para los países de ingresos medios – en Asia, la mayor parte de América Latina, Rusia y otros, aunque muchos países de bajos ingresos siguen dependiendo del Fondo y sus aliados prestamistas. Los préstamos del FMI cayeron precipitadamente de 2003 a 2007, y aunque recientemente ha vuelto a los niveles de 2003, el Fondo ya no tiene tanta influencia en los países de ingresos medios como antes. Así que es de esperar que cada año menos países tengan que escuchar los consejos del FMI – a menos de que quieran enfocarse en la retórica rimbombante keynesiana de Strauss-Kahn.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.