08 Abril 2008
8 de abril, 2008, Mark Weisbrot En inglés
La administración Bush, encontrándose más aislada en América Latina, grita “terrorismo”
Por Mark Weisbrot
8 de abril, 2008, McClatchy Tribune Information Services
11 de abril, 2008, San Diego Union-Tribune (CA)
11 de abril, 2008, NACLA
11 de abril, 2008, Kansas City Star (MO)
13 de abril, 2008, Eureka Reporter (CA)
14 de abril, 2008, Janesville Gazette (WI)
14 de abril, 2008, Columbus Dispatch (OH)
14 de abril, 2008, Duluth News Tribune (MN)
En inglés
Lea el artículo en la publicación original
De todos los disparates que escuchamos regularmente sobre Venezuela, la idea de que ese país es un “riesgo de seguridad” es probablemente la más ridícula. Durante los últimos seis años, desde que la administración Bush apoyó un fallido intento de golpe de estado contra el gobierno democráticamente electo del presidente Hugo Chávez, Washington ha esporádicamente acusado a Venezuela de tener conexiones con el “terrorismo”.
Durante esos seis años, esas acusaciones han sido hechas por oficiales anónimos, y el gobierno estadounidense nunca ha producido evidencia alguna para sustentarlos. Ahora el gobierno de Colombia reclama que tiene pruebas de que el gobierno de Chávez ha apoyado a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), un grupo guerrillero que ha operado por décadas. La evidencia proviene de varios documentos que supuestamente fueron encontrados en una computadora portátil por el ejército colombiano en un ataque de bombardeo e incursión que llevó acabo dentro del país vecino de Ecuador el 1 de marzo.
Al igual que con los argumentos que nos llevaron a la guerra en Irak, las cosas aquí no son como aparentan ser. En primer lugar, como el periódico New York Times recientemente lo reconoció, es “imposible autentificar los documentos independientemente.”
Segundo, aún si algunos de los documentos son reales, hasta ahora todavía no hay nada que demuestre que Venezuela le brindó asistencia material a las FARC. Por ejemplo, la afirmación que llegó a los titulares alrededor del mundo de que Chávez supuestamente entregó $300 millones a las FARC terminó siendo basada en una descabellada interpretación de un presunto documento.
Sin embargo, la administración Bush está ahora investigando si debe poner a Venezuela en una lista especial de “estados patrocinadores del terrorismo,” que implicaría como mínimo unas sanciones económicas. Algunos republicanos de derecha de la Cámara de Representantes de Estados Unidos se han tramado un esfuerzo similar a través de una resolución propuesta en dicho cuerpo legislativo.
Pero como es año de elecciones seguiremos viendo más de estas posturas políticas combinadas con acusaciones descabelladas. Las últimas dos elecciones presidenciales fueron determinadas por los votos de cientos de miles de cubano-estadounidenses (pero de ninguna manera, todos ellos) de derecha en la Florida. Mucha de esta gente odia a Venezuela y seguramente podemos anticipar que muchos políticos los traten de complacer. En cambio, Venezuela es el cuarto proveedor más grande de petróleo de Estados Unidos y un país que importa una cantidad importante de productos estadounidenses, así que hay esperanza de que algunos líderes cuerdos tomen esto en cuenta.
Los puntos políticos anotados aquí por los políticos tienen su precio en el resto del hemisferio. La administración Bush, que está intentando aislar a Venezuela, ha logrado exactamente lo opuesto a lo que se propuso: Washington está más aislado de América Latina hoy más que nunca. Cuando Colombia invadió a Ecuador, casi todos los países al sur del Río Grande condenaron esa violación de la soberanía ecuatoriana, y esa acción fue ampliamente reconocida como llevada acabo con la ayuda de Estados Unidos o por lo menos, con su aprobación. Cuando la resultante batalla política y diplomática se calmó – sin ayuda alguna de Washington – el presidente Lula da Silva de Brasil declaró que Chávez había sido “el gran pacificador” en el conflicto.
Lo mismo ocurre con el problema de los rehenes en Colombia, en donde el esfuerzo de Chávez para mediar la situación recibió elogios de Europa, América Latina, y hasta las familias de los contratistas militares estadounidenses en manos de las FARC. Todo el mundo, menos Washington, parece estar interesado en una solución negociada a la liberación de los rehenes en manos de las FARC. Cuando Venezuela medió la liberación de algunos rehenes el pasado 31 de diciembre, representantes de Argentina, Brasil, Bolivia, Cuba, Ecuador, Francia y Suiza estuvieron presentes. La ausencia de Washington fue notable.
Washington se ha distanciado de América Latina: a través de sus recetas de política económica, que han sido ampliamente asociadas con el fracaso económico a largo plazo en América Latina; a través de sus propuestas de “tratados de libre comercio”, los cuales se tornan más impopulares cada año; y a través de la desastrosa y militarizada “guerra contra las drogas”. La administración Bush piensa que puede cambiar esto usando a Venezuela de chivo expiatorio y lanzando acusaciones de su supuesto apoyo al terrorismo. Pero la verdad es que esto no funcionará por el simple hecho de que nadie en la región se lo cree.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.