04 Junio 2012
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 30 de mayo, 2012
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MADRID– Desde hace tiempo, yo he argumentado que la crisis recurrente en la eurozona no está siendo impulsada por las exigencias, por parte de los mercados financieros, de implementar austeridad en tiempos de recesión —como se sostiene frecuentemente. Más bien, la causa primaria de la crisis y su prolongación es la agenda política de las autoridades europeas, encabezadas por el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Estas autoridades —las que, con el Fondo Monetario Internacional (FMI), constituyen la llamada “Troika” que dirige la política económica de la eurozona— quieren forzar cambios políticos, en particular en las economías más débiles, cambios por los que nunca votarían los votantes de aquellos países.
Esto se hace más obvio aquí en España, donde el Gobierno —dirigido por el partido derechista, el Partido Popular (PP)— comparte la agenda política de las autoridades europeas, tal vez aun más que el FMI.
El Gobierno PP se ha aprovechado de la crisis para imponer cambios a las leyes laborales que harán más fácil que los empresarios evadan convenios de negociación colectiva de trabajo en sus industrias. También han sido quitados los derechos de trabajadores de demandar a sus empleadores por despedidos injustos. El objetivo es debilitar a los trabajadores, como parte de una estrategia de largo plazo de desmantelar el Estado de bienestar; estos cambios no tienen nada que ver con resolver la crisis actual, ni tampoco con reducir el déficit presupuestario.
El Gobierno también ha exigido recortes enormes —de €7.000 millones— del gasto en el sistema sanitario. Esto es comparable con un recorte de 25 por ciento del presupuesto de Medicaid en Estados Unidos, cosa que sería devastador para los pobres y además políticamente imposible ahí. Otros €3.000 millones serán recortados del presupuesto de educación.
Por supuesto que la reducción del déficit está empeorando la recesión actual en España, y el Gobierno español ha estimado que en este año los recortes presupuestarios por si mismos reducirán el PIB por 2.6 por ciento. En un país que tiene una tasa de desempleo de 25 por ciento y más de la mitad de sus jóvenes desempleados, estas medidas empujarán a cientos de miles más hacia el desempleo.
Los mercados financieros sí juegan un papel en este lío, pues están haciendo subir el costo de crédito para España mientras inversores y especuladores venden (o venden en corto) los bonos españoles. Ayer el rendimiento en un bono de 10 años alcanzó a 6.69 por ciento.
Pero estas tasas todavía no suponen ninguna amenaza de una crisis inmediata, y los mercados están exagerando inmensamente el riesgo de una cesación de pagos. España tendrá que refinanciar alrededor de €85.000 millón de su deuda este año, y aun si tuviera que pedir crédito a las tasas actuales o más altas —algo muy improbable— no haría mucha diferencia en general a la sostenibilidad de la deuda española o el servicio de la deuda. El proyectado pago de interés en su deuda para este año queda todavía a 2.4 por ciento del PIB —un nivel bastante moderado.
Mucho más importantemente, el Banco Central Europeo podría intervenir fácilmente en el mercado de bonos españoles y hacer caer estas tasas de interés, tal como lo hizo en noviembre de 2011 y otras veces durante el año pasado. Esto no le costaría nada a los contribuyentes europeos y necesitaría relativamente poca intervención, ya que inversores privados responderían inmediatamente con comprar bonos españoles a medida que sus precios empiecen a subir, y rendimientos a caer.
El BCE no hará esto porque está usando la crisis para forzar “reformas” derechistas en toda la eurozona —no sólo en Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia— sino también en países más ricos, que en diciembre se comprometieron a un proyecto de mantenimiento de presupuestos equilibrados que sería políticamente imposible en Estados Unidos.
Mientras tanto, el Gobierno de Obama ha vuelto a mandar a su Subsecretario del Tesoro, Lael Brainard, a Europa. Después de darle la espalda a Grecia, ella intentará persuadir a las autoridades europeas a que por lo menos bajen el riesgo de un desastre financiera más grave. La crisis en Europa, con el sistema bancario más grande del mundo, ha estado enturbiando los mercados financieros y de nuevo amenaza con desbaratar la reelección de Obama. Desafortunadamente, en este momento el Gobierno de Obama probablemente tiene más influencia sobre la política económica de la eurozona que los cientos de millones de votantes europeos cuyo futuro económico ha sido robado por algunos ideólogos peligrosos. Eso dice todo sobre el daño hecho por la estructura de la eurozona y sus líderes, a lo que fue, hasta hace poco tiempo, un grupo de países relativamente democráticos y de creciente ingresos.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy