04 Abril 2007
4 de abril, 2007, Mark Weisbrot
En inglés På Svenska
4 de Abril, 2007 — McClatchy Tribune Information Services
6 de Abril, 2007 — Taiwan News
9 de Abril, 2007 — Charlotte Observer (North Carolina)
12 de Abril, 2007 — Flammen (Suecia)
15 de Abril, 2007 — Kansas City Sunday Star (Missouri)
15 de Abril, 2007 — Fresno Sunday Bee (California)
15 de Abril, 2007 — Pueblo Sunday Chieftain & Star-Journal (Colorado)
Es un ritual de la primavera acá en Washington, mientras el invierno llega a su fin y los cerezos florecen en un esplendor rosa, que el FMI y el Banco Mundial celebran sus reuniones anuales de primavera. No hace mucho, en un mundo antes del 11 de septiembre (2001), este evento atraía protestas, redadas de la policía y hasta ataques preventivos en contra de dichas protestas. “Hubiera sido mejor que la reunión financiera fuese celebrada en el extranjero, como lo hacen otros infames carteles, que reforzar la imagen de la capital de nuestra nación como una dictadura capitalista de segunda clase,” escribió el columnista Courtland Milloy del Washington Post en el año 2000, después de que la policía rodeara a grupos de transeúntes, incluyendo turistas, y los metiera a la cárcel.
Hoy en día, el FMI atrae relativamente poca atención, sobretodo porque se ha convertido en la sombra de lo que un día fue. Las protestas – no sólo en Washington, sino también las más grandes y a menudo más alborotadas que sacudieron a los países en vías de desarrollo por décadas – ayudaron a que se diera este cambio histórico al alumbrar la existencia de una organización que ha pasado la mayoría de sus 63 años funcionando fuera del radar.
La cartera de préstamos del Fondo se ha reducido drásticamente: partiendo de $96 mil millones tan recientemente como en el año 2004 a apenas $20 mil millones hoy en día. Alrededor de la mitad de ésos $20 mil millones se atribuyen a la deuda que mantiene Turquía con el FMI. Pero mucho más importante, el Fondo ha perdido el enorme poder que tenía para presionar a países en vías de desarrollo de mediano ingreso para adoptar un sistema de políticas económicas que no estaban orientadas hacia los intereses nacionales de estos países.
El poder del FMI estaba basado en un arreglo informal que puso al Fondo a la cabeza de un cartel de acreedores muy poderoso. Un gobierno que no satisfacía las condiciones del Fondo no era elegible para la mayoría de los préstamos del Banco Mundial, otros prestamistas multilaterales tales como el Banco Interamericano de Desarrollo, gobiernos ricos de otros países, y algunas veces inclusive del sector privado. Esto ponía al FMI en una posición muy ventajosa: con bastante frecuencia presentaba a gobiernos “ofertas que no podían rechazar.”
Puesto que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos mantiene un veto sobre las decisiones del FMI, este poder estaba aún más concentrado, y fue esencialmente la principal vía de influencia de Estados Unidos sobre las políticas económicas de países en vías de desarrollo. Este poder comenzó a desgastarse después de la crisis financiera en el Sureste Asiático a finales de los noventa, en donde se consideró por muchos que la intervención del FMI causó un mayor daño económico a la región y que el Fondo impuso una serie de condiciones indeseadas en los países afectados, tales como Corea del Sur, Indonesia y Tailandia. Estos países, entre otros, han acumulado grandes reservas internacionales y no tendrán que acudir nunca más al Fondo.
La contribución del Fondo al colapso económico de Argentina (1998-2002) y la falta de voluntad para ayudar a la recuperación del país causaron más daño aún a la reputación del FMI. Argentina también mostró que la “ayuda” del FMI y sus asociados era innecesaria, haciendo caso omiso a sus consejos para luego convertirse en la economía de mayor crecimiento en el hemisferio occidental durante los últimos cinco años.
Luego, Venezuela empezó a hacer disponibles sus miles de millones de dólares en reservas internacionales a países vecinos tales como Argentina, Bolivia, Ecuador, entre otros. Esto le acabó dando el golpe final al cartel de acreedores al abrirse una fuente alternativa de crédito sin condiciones de por medio.
El Fondo se ve como una víctima de su propio éxito – el mundo no ha visto crisis financieras de gran importancia durante los últimos años y los países en vías de desarrollo tienen acceso a fuentes privadas de crédito con tasas de interés relativamente bajas. Algunos economistas piensan que el Fondo recuperará su poder cuando la siguiente crisis financiera ocurra.
Pero esto no va a suceder. El FMI ha perdido su poder porque sus prescripciones sobre políticas no funcionaron. Las áreas en donde ejercía su mayor influencia, tal como Latinoamérica y África, han experimentado profundos fracasos en términos de su crecimiento económico. Los países con el mayor crecimiento económico del mundo durante los últimos 25 años – por ejemplo, China, Vietnam, e India – estaban libres de la influencia del Fondo. El siguiente paso importante a seguir será que los países más pobres del mundo, que todavía están atados al cártel del FMI, logren ser independientes.
Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas (Center for Economic and Policy Research – CEPR), en Washington, EE.UU. y coautor del informe “¿Pronóstico político? Las desacertadas proyecciones sobre crecimiento económico del Fondo Monetario Internacional para Argentina y Venezuela.”