20 Enero 2011
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 18 de enero 2011
En Inglés
Mientras el dictador de mala fama, Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier, regresa a Haití después de 25 años en exilio en el sur de Francia, el Departamento del Estado de Estados Unidos y el Ministerio de Asuntos Exteriores Francés han estado aumentando la presión sobre Haití, un país empobrecido, destruido por terremotos, y asolado por la cólera.
No están presionando para que enjuicien al dictador por sus atrocidades, como las organizaciones de los derechos humanos como Amnesty International y Human Rights Watch han recomendado. La presión es para que el gobierno de Haití acepte la decisión de Estados Unidos y Francia sobre quién debe avanzar a la segunda ronda de la elección presidencial de Haití.
Vale la pena mirar los detalles de esta subversión del proceso democrático en Haití sólo para ver qué tan escandalosa es.
La primera cosa que se nota es que es muy poco común que una autoridad electoral cambie los resultados de una elección sin llevar a cabo un nuevo escrutinio de los votos. Imagínese que eso pasara en Florida en 2000, en México en 2006, o en cualquier elección reñida y polémica en que han ocurrido irregularidades. Simplemente no pasaría. Harían un nuevo escrutinio; el resultado original permanecería vigente; o habría una nueva elección. Pero las autoridades electorales no cambian el resultado sin, por lo menos, un nuevo escrutinio de los votos.
Ahora considera que la entidad electoral que está intentando cambiar el resultado de la elección es la Organización de Estados Americanos (OEA). Precisamente, es Washington, que controla la burocracia de la OEA en este tipo de situación (a menos que haya una reacción fuerte de los países de Sudamérica, como ocurrió después del golpe en Honduras en 2009).
De hecho, seis de los siete miembros de la “Misión de Expertos para la Verificación” de la OEA son de Estados Unidos, Canadá, y Francia. ¡Francia! No es miembro de la OEA, pero sí es el antiguo poder colonial esclavizador que todavía estaba obligando a Haití a pagar la pérdida de propiedades (es decir, los esclavos que se liberaron) hasta los años 1940. Al parecer la OEA no pudo encontrar ningún experto en toda América Latina (consiguieron uno de Jamaica) para verificar la elección de Haití.
Esta no es una cuestión de convención política; más bien indica lo mucho que Washington quería controlar los resultados de esta misión de la OEA. Estos son los tres gobiernos que dirigieron el esfuerzo para derrumbar al presidente Haitiano democráticamente elegido, Jean-Bertrand Aristide, en 2004. Cables diplomáticos filtrados por Wikileaks esta semana revelan que Estados Unidos también presionó a Brasil para que ayudara a impedir que Aristide volviera a Haití. Aristide era, y todavía es, el político más popular en el país. Los cables diplomáticos filtrados por Wikileaks muestran que Estados Unidos y sus aliados también trabajaron para impedir que él tuviera influencia en el país desde su lugar de exilio en Sur Africa.
Resulta que los “expertos de la OEA” no hicieron un buen trabajo en su análisis de las elecciones. Botaron 234 facturas de voto, y así cambiaron los resultados electorales. Según la OEA, el candidato oficialista, Jude Celestin, se quedó en tercer lugar y como tal, no avanzó a la segunda ronda de elecciones. Esto dejó a dos candidatos de la derecha – la ex-Primera Dama Mirlande Manigat y el músico popular Michel Martelly – para competir en la segunda vuelta. La OEA alega que Martelly tomó el segundo lugar recibiendo 3,200 más votos que Celestin, lo que representa un márgen de 0.3%.
El primer problema con el informe de la misión de la OEA es que había más de 1,300 actas de votación, lo que representa alrededor de 156,000 votos que se perdieron o fueron extraviadas. Eso es más o menos seis veces más las actas que los que la misión eliminó. Ya que estas áreas son más pro-Celestin que el resto del país, es muy probable que Celestin se habría quedado en segundo lugar si las facturas perdidas se hubieran incluido. La misión no trató esta cuestión en su informe.
El segundo problema es que la misión examinó sólo 919 de los 11,181 actas de votación para encontrar los 234 que descalificaron. Esto no sería tan extraño si hubieran usado la inferencia estadística, una práctica común en las encuestas, para indicar algo sobre el otro 92% de las facturas de voto que no examinaron. Sin embargo, no incluyeron eso en el informe.
Ya que les falta la fuerza de la lógica, los gobiernos de Estados Unidos y Francia están recurriendo a la lógica de la fuerza para obtener los resultados que quieren. La autora y profesora de periodismo, Amy Wilentz, escribió este fin de semana en el Los Angeles Times:
“Según muchas fuentes, incluyendo el mismo presidente, la comunidad internacional ha amenazado a Préval con exilio inmediato si no se somete a su interpretación de los resultados electorales.”
Estas no son amenazas sin fundamento. El predecesor de Préval, Aristide, fue sacudido del país en un avión estadounidense en el año 2004. Y ahora el embajador estadounidense en Haití está dejando muy claro, en el estilo mafioso del Padrino, que esto es una oferta que no podrá rechazar:
“Embajador de los EEUU en Haití Kenneth Merten dijo en una entrevista que el gobierno EEUU apoya al informe OEA y sus conclusiones. ‘La comunidad internacional está completamente de acuerdo sobre este punto. No hay nada que discutir en el informe,’ dijo Merten.”
Los franceses opinaron el viernes; AFP reportó:
“Francia le advirtió al gobierno de Haití el viernes que respetara el informe de los observadores electorales de la OEA, que supuestamente llama a que el candidato preferido por el Presidente René Préval se retire de la carrera…”
Hasta ahora, el Consejo Electoral Provisional de Haití no ha cedido. Pero la presión y las amenazas son muy intensas. Una porción de la presión viene por parte de los Republicanos de ultra-derecha, cuya influencia en la política exterior en el Hemisferio Occidental se ha mantenido bajo la administración de Obama y se ha ampliado con la toma de control de la Cámara de Representativos por los Republicanos. Activistas de derecha como Roger Noriega, quien fue involucrado en el golpe de Estado en Haití en el año 2004 cuando era el Vice Secretario del Estado para el Hemisferio Occidental bajo el Presidente Bush, están luchando por controlar la segunda vuelta de la elección de Haití. Es posible que la ultra-derecha haya sido responsable de la filtración no autorizada del borrador del informe de la Misión OEA.
El lunes, el Secretario General de la OEA, Miguel Insulza – avergonzado y enojado con la filtración y probablemente también por el desprecio demostrado por Estados Unidos y Francia hacia la soberanía y los derechos democráticos de Haití – intentó restarle importancia del informe de la Misión:
“El informe, dijo Insulza, se basa en “cáculos” y no en resultados. “No tenemos el poder de ofrecer resultados,” le contó al Miami Herald. “No estamos publicando ningún tipo de resultados.”
La solución obvia sería llevar a cabo otra elección. Casi tres cuartos de los votantes registrados no votaron en la primera vuelta, algo que refleja que el partido político más grande – no por casualidad el partido de Aristide – fue excluido arbitrariamente. Pero Estados Unidos y sus aliados no quieren correr el riesgo de tener una elección libre y limpia en Haití, ya que eso no ha producido los resultados preferidos en los pocos casos que se ha permitido.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR).