28 Mayo 2008
23 de mayo, 2008, Mark Weisbrot En inglés
Economía de Estados Unidos: Lo peor aún está por venir
Por Mark Weisbrot
Artículo publicado en:
23 de mayo, 2008, McClatchy Tribune Information Services
24 de mayo, 2008, Ogden Standard (UT)
24 de mayo, 2008, Sacramento Bee (CA)
24 de mayo, 2008, News & Observer (NC)
24 de mayo, 2008, Belleville News-Democrat (IL)
24 de mayo, 2008, Kennewick Tri-City Herald (WA)
24 de mayo, 2008, Rock Hill Herald (SC)
24 de mayo, 2008, Bellingham Herald (WA)
24 de mayo, 2008, Bluffton Island Packet (SC)
24 de mayo, 2008, Janesville Gazette (WI)
25 de mayo, 2008, Honolulu Advertiser (HI)
25 de mayo, 2008, Modesto Bee (CA)
25 de mayo, 2008, Pueblo Chieftain (CO)
25 de mayo, 2008, Watertown Daily Times (NY)
26 de mayo, 2008, Charlotte Observer (NC)
27 de mayo, 2008, Grand Forks Herald (ND)
27 de mayo, 2008, Daily Press (VA)
27 de mayo, 2008, Times Herald Record (NY)
27 de mayo, 2008, Duluth News-Tribune (MN)
27 de mayo, 2008, Augusta Chronicle (GA)
27 de mayo, 2008, América Latina en Movimiento (ALAI)
29 de mayo, 2008, AlterNet
29 de mayo, 2008, International Business Times
1 de junio, 2008, Pantagraph (IL)
1 de junio, 2008, Lexington Herald-Leader (KY)
1 de junio, 2008, Fresno Bee (CA)
1 de junio, 2008, Wisconsin State Journal
4 de junio, 2008, Kansas City Star (MO)
5 de junio, 2008, Providence Journal (RI)
En inglés
Lea el artículo en la publicación original
Desde que la economía de Estados Unidos mostró un crecimiento positivo en el último trimestre reportado, algunos comentaristas de la prensa de negocios están diciendo que no necesariamente vamos a entrar en una recesión, o que si hay recesión, será poco severa. Lo que nos recuerda un poco el cuento del tipo que saltó desde una ventana del piso 60 y comentó al pasar del piso 30, “hasta ahora todo va bien”.
Estados Unidos acumuló una masiva burbuja hipotecaria de 8 billones de dólares (ocho mil millones de millones) durante la década de 1996-2006 y hasta la fecha, solamente un 40 por ciento de esa burbuja se ha desinflado. Los precios de las casas siguen cayendo a un ritmo anual del 20 por ciento (en el último trimestre). Lo cual significa que lo peor aún está por venir, incluida otra oleada de quiebras hipotecarias y reconocimiento de las pérdidas. Incluso los dueños de casas que no están en problemas van a pedir menos créditos respaldados en sus casas, reduciendo así sus gastos.
El presidente Bush asegura que no estamos sufriendo una recesión. Una definición de recesión que se usa comúnmente consiste en dos trimestres consecutivos de reducción en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Para el primer trimestre de 2008 el crecimiento fue de 0,6 por ciento, aunque hay que reconocer que éste habría sido negativo si no hubiera sido por la acumulación de inventarios. Entonces, si nos atenemos a esta definición no podemos decir con certidumbre que la recesión ya empezó, aunque bien pudo haber comenzado ya en este trimestre.
Pero para la mayoría de los estadounidenses, todo indica que la recesión llegó hace buen tiempo, con estancamiento en los salarios desde fines de 2002, así como un estancamiento en el ingreso de los hogares a lo largo de la mayor parte de los seis años y medio de expansión económica.
El Buró Nacional de Investigación Económica (National Bureau of Economic Research) eventualmente decidirá cuándo fue el inicio oficial de la recesión, pero incluso esta definición es arbitraria. Todos los indicadores de una grave recesión están revoloteando a nuestro alrededor. La confianza de los consumidores se ha desplomado a su punto más bajo de los últimos 28 años – un nivel que no se había visto desde que Jimmy Carter fue presidente. Las solicitudes de ejecución hipotecaria se dispararon un 65 por ciento a lo largo del año pasado, y ahora los precios de los bienes raíces no residenciales van a la baja con una caída del 6,2 por ciento en el primer trimestre.
Con los precios del petróleo a niveles récord y el hecho de que la Fed (Reserva Federal o banco central de Estados Unidos) empiece a preocuparse más por la inflación, aunado a prácticas de crédito más restrictivas y otros impactos derivados de la restricción del crédito, el futuro económico se ve aún más sombrío en el corto plazo.
Algunos fincan sus esperanzas de recuperación en las exportaciones, pero éstas sólo representan el 11 por ciento del PIB, y el consumo es de un 70 por ciento. No obstante, la caída en la cotización del dólar durante los últimos cinco años es de ayuda porque hace nuestras exportaciones más competitivas y reduce el subsidio que les estuvimos dando a las importaciones por tantos años.
Como otro síntoma del analfabetismo económico que prevalece en Estados Unidos, la mayoría de la gente (gracias en gran medida a lo que escuchan y leen en los medios de comunicación) ve la baja del dólar estadounidense como una mala noticia a nivel económico.
Estamos frente a la perspectiva de que millones de personas van a perder sus hogares, sus empleos, sus ahorros para el retiro, su seguro de salud y hasta su medio de subsistencia.
Esta grave situación económica aumenta notablemente la importancia de la elección de 2008. ¿Qué va a hacer el gobierno para ayudar a las víctimas de los malos manejos de la economía, para proveerles seguros de salud y para reactivar la economía? ¿Realmente es más importante gastar miles de millones de dólares cada semana en la ocupación de Irak?
Hasta ahora el gobierno no ha hecho mucho. El paquete de estímulos que ahora está entrando en efecto – equivalente a aproximadamente un 1 por ciento del PIB y que probablemente buena parte de esos recursos serán ahorrados – es bastante minúsculo. Además, la importante legislación que está estudiando el Congreso para hacer frente a la crisis hipotecaria, rescataría a los acreedores y a los inversionistas pero haría muy poco para ayudar a los dueños de casas que no pueden sacar el cuello que ya tienen bajo el agua.
Falta por escuchar entonces en los pasillos del poder, lo que la voz del pueblo tiene que decir con respecto a estos asuntos. Y sería bueno que esa voz se acrecentara muy pronto.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.