21 Marzo 2017
Mark Weisbrot
The Huffington Post México, 20 de marzo, 2017
El Caribe News, 20 de marzo, 2017
ALAI, 20 de marzo, 2017
The Huffington Post, 20 de marzo, 2017
The Hill, 19 de marzo, 2017
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La soberanía nacional es un bien infravalorado en el mundo de hoy, especialmente en los medios internacionales, donde las perspectivas de Washington y sus aliados mayormente prevalecen. Esto es cierto respecto a temas tanto políticos como económicos, y las consecuencias pueden ser particularmente fuertes para una región como Latinoamérica, tradicionalmente considerada por los funcionarios estadounidenses como su “patio trasero”.
La próxima elección en Ecuador está siendo observada y disputada por fuerzas que tienen visiones opuestas en este asunto. A la izquierda se encuentra la apuesta presidencial del anterior vicepresidente Lenín Moreno y su partido — el cual ha ganado ya la mayoría en la Asamblea — Alianza PAIS (Patria Altiva i Soberana, AP). Al igual que los otros partidos de izquierda que llegaron al poder durante el giro hacia la izquierda que arrasó en la región a inicios del siglo XXI, AP valora la soberanía nacional y la autodeterminación. Sus líderes, así como sus activistas y la mayor parte de su base electoral, entienden que el progreso alcanzado durante la última década hubiese sido imposible si el gobierno del presidente Rafael Correa hubiese seguido las recetas económicas de Washington.
Dicho progreso incluyó la reducción de la pobreza en un 38%, y de la extrema pobreza en un 47%. La desigualdad se redujo también substancialmente: La ratio de los ingresos del 10% más rico con respecto al más pobre se redujo, de 36 en 2006 a 25 en 2012. El crecimiento anual de ingresos por persona se incrementó desde el 0.6% de los 26 años anteriores al 1.5%. También el acceso a salud y educación aumentó notablemente, con una inversión en educación superior ascendiendo de 0.7% a 2.1% del PIB — más de lo invertido incluso en muchos países de altos ingresos. En general, hubo el doble de inversión social, y la inversión púbica con respecto al PIB fue más que duplicada.
Para alcanzar estos objetivos, el gobierno tuvo que re-regular el sector financiero, gravar la fuga de capitales, exigir a los bancos la repatriación de la mayor parte de sus activos líquidos en el extranjero y hacer del Banco Central un integrante más del equipo económico del ejecutivo — entre otras reformas económicas. Sin el Estado actuando ahora por el interés público en lugar de en nombre de los banqueros ecuatorianos y los ciudadanos más ricos, Ecuador no hubiese alcanzado la mayor parte de los avances de la última década.
El retador, el ex-banquero Guillermo Lasso, propone el tradicional programa de derecha consistente en rebajas tributarias para los ricos y reducciones de gastos aun mayores, orientadas a disminuir el déficit presupuestario. Se compromete a reducir el rol del Estado en la economía, que fue en realidad muy importante para los avances de la última década, argumentando que el “libre mercado” es la clave para desencadenar el potencial económico del país. También ha prometido recuperar la autonomía del Banco Central, lo que lo convertiría más en un instrumento de los grandes banqueros, como el que el mismo Lasso fue en su momento de gloria hacia el final de los noventa (cuando la economía naufragó debido a un colapso bancario).
Lasso también admitió ser dueño de un banco en Panama dedicado principalmente a facilitar el fugo de capitales desde Ecuador. Se trata de un gran tema de soberanía nacional para Ecuador, ya que la mayoría de los votantes acaban de aprobar (en las elecciones del 19 de febrero) una propuesta de ley para prohibir que personas con cargos públicos tengan dinero en paraísos fiscales.
Todo esto sería un mal presagio bajo cualquier circunstancia, pero la falta de respeto por la soberanía nacional significa que si la economía se mete en problemas — lo cual es probable, dados los recortes presupuestales propuestos — Lasso probablemente recurriría al FMI en busca de un préstamo. Aquello significaría el fin de la duramente ganada soberanía del Ecuador en política económica, y una cantidad de “reformas estructurales” definidas en Estados Unidos que Lasso y sus aliados estarían ansiosos por implementar.
No es poco significativo que, de acuerdo a un documento filtrado de la Embajada de los Estados Unidos en Ecuador, Lasso informó a los funcionarios diplomáticos de sus esfuerzos por organizar una oposición empresarial al gobierno de Correa en 2007. Si hubiesen evidencias así de contundentes respecto a las relaciones entre Rusia y Donald Trump, esto significaría el fin de su presidencia.
Ya sabemos como fueron las décadas de reforma estructural promocionadas en el pasado por Washington: casi cero crecimiento en ingresos por persona en el Ecuador durante un total de dos décadas (1980–2000). Podemos ver también el desempeño de los nuevos gobiernos de derecha, apoyados por Washington, en Argentina y Brasil. Ha pasado casi un año desde que el corrupto de derecha Michel Temer tomó el poder mediante un “juicio político” — que muchos expertos han tildado de golpe debido a la ausencia de una verdadera causal de destitución. La depresión más larga de la historia del Brasil ha continuado agudizándose durante el último cuatrimestre de 2016, con niveles récord de desempleo y sin fin a la vista. La inversión continúa cayendo a pesar de — o mejor debido a — la austeridad y los recortes presupuestarios, que supuestamente habrían de entusiasmar a los inversores, incluso si al mismo tiempo hundieron la economía.
En Argentina, recesión y un 40% de inflación, así como devastadores incrementos de precios en los servicios públicos, han llevado a millones de argentinos a cambiar de opinión respecto al presidente de derecha que la mayoría eligió en diciembre de 2015. Como Lasso y Temer, el presidente argentino Mauricio Macri es un protegido de Washington. Cables diplomáticos filtrados de 2009 lo muestran pidiendo a funcionarios estadounidenses un tratamiento más duro contra el gobierno Kirchner en Argentina. Ahora esta gente tendrá como sus aliados más cercanos a Donald Trump y a extremistas republicanos en el Congreso de los Estados Unidos, gente como el senador Marco Rubio, quien con gusto destruiría Ecuador para salvarlo.
Sin duda este no será el mejor momento para que Ecuador devuelva a Washington su duramente ganada soberanía nacional.
Traducción por Jorge Enrique Forero.