22 Febrero 2017
Dean Baker
Proceso, 22 de febrero, 2017
Donald Trump ha dicho que quizás imponga un aumento de los aranceles a las importaciones que ingresan a Estados Unidos desde México, para conseguir así que México pague por el muro fronterizo que él prometió construir. Aunque no está muy claro que esto tenga sentido, ya que el peso de esos impuestos recaería mayoritariamente sobre los hombros de los consumidores estadounidenses, seguramente serviría para reducir las importaciones de productos mexicanos. Representaría además una violación de las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y abriría por lo tanto las puertas a una guerra comercial con México y posiblemente otros países.
Muchos consideran que esta medida nos llevaría a una espiral sin fin de aranceles cada vez más altos y al desplome del comercio internacional, con importantes costos económicos para todos. Sin embargo, México podría adoptar un camino alternativo que supondría una represalia mucho más eficaz contra el presidente Trump, a la vez que implicaría menos barreras y más crecimiento.
La alternativa es simple: México podría anunciar que en su territorio dejarían de aplicarse las patentes y derechos de autor estadounidenses.
Supongamos por ejemplo que México permitiera la importación gratuita de medicamentos genéricos de la India y otros países. Solvaldi es un medicamento para el tratamiento de la hepatitis C cuyo precio de lista en Estados Unidos es $84.000 dólares. India produce un equivalente genérico de alta calidad que se vende a $200 dólares. También existen versiones genéricas de bajo costo de muchos otros medicamentos que se venden a precios desorbitados en Estados Unidos, lo que supondría un ahorro a menudo superior al 95 por ciento.
Supongamos que la gente que padece hepatitis C, cáncer y otras enfermedades devastadoras y letales pueda obtener medicamentos en México por unos pocos cientos de dólares, en lugar de las decenas o incluso cientos de miles de dólares que tendrían que pagar en Estados Unidos. Eso sería probablemente un gran negocio para el comercio minorista de medicamentos en México, aunque sería muy malas noticias para Pfizer y Merck.
Lo mismo ocurriría en otras áreas. Los equipamientos médicos, tales como dispositivos de diagnóstico y escaneo con tecnología de punta, serían muy económicos en México si pudieran producirse sin tener que pagar patentes. Esto sería extraordinario para la industria de turismo médico a México.
Algo similar ocurriría con la protección de los derechos de autor. La gente podría obtener gratuitamente la última versión de Windows u otros programas informáticos con la compra de sus nuevas computadoras en México. Esta es una mala noticia para Bill Gates y Microsoft, pero una buena noticia para los consumidores estadounidenses interesados en visitar México, y, asimismo, para el comercio minorista mexicano de computadoras. México también podría poner a disposición una amplísima cantidad de música grabada y videos sin protección de los derechos de autor. Esas serían excelentes noticias para los consumidores en todo el mundo, pero muy malas para Disney, Time-Warner y otras grandes empresas de Hollywood.
Obviamente la erosión de la protección de patentes y derechos de autor socavaría el sistema de incentivos con que se sostiene actualmente la innovación y el trabajo creativo. Eso significa que tendríamos que desarrollar alternativas más eficientes que estos vestigios de los gremios medievales del sistema feudal. Entre otras fuentes, pueden leer sobre las alternativas en mi libro (gratuito) Rigged: How Globalization and the Rules of the Modern Economy Were Structured to Make the Rich Richer (Amañada: cómo la globalización y las normas de la economía moderna se estructuraron para enriquecer más a los ricos).
Sea como fuere, las medidas de retaliación aquí propuestas ofrecen un modelo de guerra comercial en la que todos, excepto algunas empresas gigantescas, podrían resultar grandes ganadores.
Dean Baker es especialista en macroeconomía y codirector del Center for Economic and Policy Research en Washington DC.