11 Septiembre 2013
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 10 de septiembre, 2013
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El presidente Obama ha dirigido un cabildeo muy intenso para bombardear Siria, que parece ir mas allá de cualquier esfuerzo legislativo de su presidencia a excepción la reforma de salud. ¿Por qué?
Si el congreso se rehúsa a autorizar el bombardeo propuesto por Obama, será la primera vez que la legislativa haya frustrado a un presidente en su intento de ir a la guerra. Para aquellos que quieren que Estados Unidos siga siendo un imperio, esta posibilidad les asusta.
Estas personas están muy preocupadas por la “credibilidad” de los EE. UU., refiriéndose no a la credibilidad de un gobierno que se atiene a las leyes, sino la credibilidad de un capo de la mafia que impone la “aplicación de normas internacionales” (no se puede hablar de “ley internacional”—tal como el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon lo indicó, un ataque a Siria claramente sería ilegal).
Pero el permitir un voto del congreso ha desatado una multitud de debates, tal como “¿los EE. UU. debería ser el policía del mundo?” (por cierto, una analogía injusta para millones de oficiales de policía verdaderos que trabajan para mantener la paz y aplicar las leyes de manera justa); ¿cuáles son los “intereses de los EE. UU” con relación a la guerra civil sectaria de otra nación? ¿No es cierto que la intervención militar generalmente empeora los conflictos? ¿Acaso la diplomacia no es una mejor opción para resolver lo que se ha vuelto un conflicto internacional? Y ¿por qué debemos creer en nuestro gobierno cuando emite juicios infundados acerca de las justificaciones de la guerra?
Estos desafíos a la lógica de la guerra han sido reprimidos durante los últimos 12 anos, desde que el 11 de septiembre proporcionó un nuevo pretexto de peso para lo que nuestro gobierno ha hecho en el exterior durante un siglo. Pero aquello no ha sido del todo aceptado por el publico, y una parte significativa de la población ahora está organizada y utilizando el poder de la opinión publica movilizada para influenciar a sus representantes elegidos, entre ellos el congreso y el presidente.
En Estados Unidos ha surgido un movimiento anti-bélico poderoso y diverso que está inundando al congreso con llamadas telefónicas, cartas y visitas. Se puede ver el impacto de aquel movimiento en los cálculos de votos en los medios, ahora con 248 “no” o “probablemente no” al bombardeo en la Cámara de Diputados, contra 50 “si” o “probablemente si”. Una coalición de grupos de izquierda, entre ellos Move.org, integrado por 8 millones de miembros, ha logrado decenas de miles de llamadas telefónicas al congreso y organizado veladas anti-guerra en 224 ciudades de EE. UU. En la derecha, la Campaña para la Libertad de los libertarios y grupos aliados han ayudado a desplazar a los republicanos al bando del “no”—no sólo con llamadas telefónicas, sino con amenazarles con poner candidatos opositores en las elecciones primarias.
El temor de los indecisos incluye al líder de la minoría del senado Mitch McConnell, un republicano de Kentucky quien previamente nunca se había rehusado a una guerra. Fue este temor, y un aislamiento internacional sin precedentes, que ocasionó que Obama buscara el respaldo del congreso. Sin tal apoyo, una guerra que no resultara como se planeó tendría serias repercusiones políticas; y la probabilidad de un mayor involucramiento de los EE. UU. es significativa.
A pesar de que Obama dijo el lunes que el no “había decidido” si seguiría sin la aprobación del congreso, eso es una finta; seguramente provocaría mociones para exigir su destitución en la cámara baja, lo cual podría ser muy incómodo incluso si el presidente fuera protegido en el senado.
Entre las fuerzas bélicas está lo que un funcionario llamó en un artículo del New York Times “el gorila de 800 libras en la habitación”—AIPAC (el poderoso grupo de cabildeo israelí). Esa es mucha fuerza política a favor de la guerra, pero podría no ser suficiente para convencer al Congreso. El noticiario McClatchy reporta que el argumento de la administración está “lleno de inconsistencias y se basa básicamente en evidencias circunstanciales.” El galardonado periodista de investigación, Gareth Porter, muestra que:
el reporte de inteligencia sobre la guerra química de Siria publicado por el gobierno de Barack Obama el 30 de agosto no mostró una evaluación de la comunidad de inteligencia” y parece estar “más politizado que el fallido cálculo de Armas de Destrucción Masiva que el gobierno de George W. Bush citó como parte de la justificación para invadir Iraq en 2002
El congresista demócrata por el estado de Florida, Alan Grayson, escribe en el New York Times que incluso la versión clasificada presentada a los miembros del congreso no presenta ninguna de las evidencias subyacentes. Las personas que resulta tenían razón en oponerse a la guerra de Iraq están expresando grandes dudas acerca de las razones para la guerra ofrecidas ahora por el gobierno de Obama.
Obama dijo el lunes que el “no estaba seguro” de que ganaría esta votación en el congreso—una clara señal de que existe una nueva realidad. Pero mediante el uso de todos sus recursos, el se ha protegido de una reacción pro-guerra en caso de que el congreso vote “en contra”. El puede decir que lo intentó, pero que el congreso no lo apoyó.
La mayoría de estadounidenses han visto desde hace varios años que las guerras de Iraq y Afganistán no valían la pena. Pero ahora la mayoría ha tenido un impacto en sus lideres elegidos. Si la tendencia continua, millones de personas que de otra manera hubieran sido asesinados a causa de una intervención militar injustificada de los EE. UU. podrían salvarse en el futuro.
Si hay un acuerdo diplomático acerca del inventario de armamento químico de Siria, será gracias a la gente que se rehusó a improvisar una guerra – incluidos varios miembros del congreso de los EE. UU.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.