La cobertura de los medios sobre Latinoamérica: Una noticia a medias es peor que ninguna

01 Febrero 2008

1 de febrero, 2008, Mark Weisbrot   En inglés

La cobertura de los medios sobre Latinoamérica: Una noticia a medias es peor que ninguna

Por Mark Weisbrot 

1 de febrero, 2008, AlterNet
1 de febrero, 2008, NACLA News (North American Congress on Latin America)

En inglés
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Barack Obama escogió un par de palabras para Bill y Hillary Clinton luego de las primarias en Carolina del Sur, sobre ciertas personas que “dicen y hacen cualquier cosa para ganar unas elecciones”.

Imagínese si los medios de comunicación en Estados Unidos hubieran reportado estas declaraciones de Obama sin mencionar, en lo absoluto, lo que motivó al candidato a pronunciar dichas palabras.  (Obama estaba reaccionando ante una comparación hecha por el ex presidente Bill Clinton – considerada por muchos como politiqueo racial – entre su victoria en Carolina del Sur y la de Jesse Jackson en los años ochenta y ante los atacantes anuncios en los medios de Hillary Clinton).

No sería considerado periodismo aceptable en Estados Unidos el omitir estos hechos clave.  Pero cuando se trata de la cobertura que se le da a Latinoamérica en Estados Unidos, las mismas normas no aplican.

Por ejemplo, la prensa ha publicado una serie de reportajes últimamente sobre una disputa diplomática entre Venezuela y Colombia, la cual es importante ya que los dos países comparten una frontera de más de 2 mil kilómetros y que ha estado plagada por décadas de violencia paramilitar y guerrillera.  La prensa rápidamente informó sobre ciertas declaraciones poco diplomáticas hechas por el presidente Hugo Chávez de Venezuela sobre el presidente Uribe de Colombia, al quien Chávez llamó “un mentiroso” y que servía “para ser jefe de una mafia” en vez de presidente.

Ausente en la cobertura de prensa en Estados Unidos y en el idioma inglés eran los eventos clave a los que Chávez estaba respondiendo y son, de hecho, la causa principal de la actual disputa.  En los días previos a la víspera de Año Nuevo, el gobierno venezolano había organizado la liberación de rehenes de alto perfil retenidos en la selva colombiana por el grupo guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).  Un equipo internacional de observadores, compuesto por personajes importantes, estaba a la espera, incluyendo al ex presidente de Argentina, Néstor Kirchner, al consejero principal de política exterior del presidente brasileño, y representantes de Francia, Suiza, Bolivia, Ecuador, Cuba y la Cruz Roja.

La misión fracasó, y los reproches empezaron a brotar.  El presidente Uribe dijo que las FARC mintieron durante todo el tiempo, que nunca habían tenido intención alguna de liberar a los rehenes porque no tenían a uno de los tres que habían prometido entregar (un niño de 3 años nacido en cautiverio).  El presidente Chávez, enojado, acusó a Uribe de “dinamitar” la misión.  Dijo que de hecho, las FARC estaban listas para entregar a las dos rehenes que tenían en su posesión, pero que tuvieron que refugiarse ante las operaciones militares del gobierno colombiano.  El presidente Uribe sostuvo que el ejército colombiano, bajo sus órdenes, había mantenido un cese al fuego para permitir que la liberación ocurriera.  ¿Quién estaba diciendo la verdad?

Cuando las dos rehenes, Consuelo González y Clara Rojas, fueron finalmente liberadas el 10 de enero, González – ex congresista colombiana – reveló su historia a la prensa:

“’El 21 de diciembre empezamos a caminar hacia el lugar donde nos iban a liberar y caminamos casi 20 días. En ese tiempo nos tocó correr varias veces porque los operativos militares estaban muy cerca’, relató. González incluso denunció que el día que Alvaro Uribe dio por suspendida la entrega, las Fuerzas Armadas colombianas lanzaron el peor ataque a la zona donde se encontraban. ‘El 31 captamos que iba a haber una movilización muy grande y en el momento en que estábamos por salir, nos tocó un bombardeo muy fuerte y nos tuvimos que desplazar rápidamente a otro sitio’.”

Ningún periodista en la prensa en inglés cuestionó la veracidad del testimonio de González; y es porque simplemente no se informó sobre dicho testimonio.  La única excepción fue un artículo por la agencia Associated Press, en donde apareció escondido y apenas mencionado, pero fue eliminado en la mayoría de periódicos.  Al eliminar esta vital información, los medios no le permitieron al lector que supiera que el gobierno colombiano había incumplido su parte del trato, poniendo en riesgo las vidas de los rehenes en lo que pareció ser un intento de avergonzar a Chávez y abortar la misión.

Este tipo de cobertura sobre Latinoamérica es tan común.  Por ejemplo, el gobierno democrático del presidente Evo Morales en Bolivia está intentando revertir siglos de gobierno estilo apartheid sobre la mayoría indígena del país.  Sin embargo, estos esfuerzos son representados en los medios estadounidenses como una “apropiación de poder” por parte del presidente y como un “proyecto de Chávez”.  Esto a pesar del hecho de que rescribir la constitución es una demanda que desde hace mucho tiempo realizan los poderosos movimientos sociales de Bolivia, mucho antes de que Evo Morales conociera a Hugo Chávez.  Omitir información crucial juega in papel importante en crear falsas impresiones.  De esta manera, la cadena CNN reportó que “los gobernadores [prefectos] en el Este de Bolivia se opusieron a la constitución porque fue aprobada sin la presencia de legisladores de oposición”, sin mencionar que esto fue así debido a un boicot por parte de dichos legisladores.  (El mismo informe indica, también erróneamente, que la nueva constitución le permitiría a “Morales a lanzarse para la reelección como presidente indefinidamente”.)

Los consejos editoriales luego utilizan este tipo de “reportaje a medias” para producir editoriales aún más exagerados, denunciando las nuevas democracias Latinoamericanas con calificativos como “autoritarias” o peor aún.  El resultado es que aquellos que siguen la cobertura de los medios sobre Latinoamérica acá en Estados Unidos, pueden terminar con una menor comprensión de los hechos que aquellos que ignoran los hechos por completo.


Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C.  Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica.  Es también presidente de la organización Just Foreign Policy. 

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