08 Enero 2008
7 de enero, 2008, Mark Weisbrot En inglés
Las múltiples facetas de los medios venezolanos de comunicación
por Mark Weisbrot
7 de enero, 2008, Editor & Publisher
En inglés
Lea el artículo en publicación original aquí
La SIP no defiende la libertad de prensa, sino más bien está tomando partido en un conflicto partidista, en un país políticamente polarizado.
Un artículo del 2 de enero en la revista Editor & Publisher da la impresión de que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) está defendiendo la libertad de prensa en Venezuela. Pero una revisión cuidadosa de los hechos muestra que la SIP no defiende la libertad de prensa, sino en cambio, está tomando partido en un conflicto partidista, en un país políticamente polarizado.
En 2004, cuando testifiqué para una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense sobre Venezuela, hubo luego una conversación entre testigos que resumió cuál es el papel de los medios privados de comunicación en Venezuela. Yo mencioné que los medios venezolanos apoyan a la oposición y otro testigo, un politólogo que para nada era admirador del presidente Hugo Chávez, me corrigió: “Los medios son la oposición”. Ella estaba en lo cierto. Los principales partidos políticos estaban tan desacreditados y débiles que los líderes políticos siguieron el liderazgo de los medios.
Ese fue el caso durante el golpe ocurrido en abril de 2002 – el primer “golpe mediático” en el mundo – el cual fue apoyado por Estados Unidos, y también durante la devastadora huelga petrolera de 2002-2003. Durante dicha huelga, vi cómo los canales privados de televisión, que tenían en ese entonces captaban un 80 por ciento del mercado, hacían el llamado a lo largo del día a que la gente saliera a las calles e intentara derrocar al gobierno democráticamente electo por segunda vez en ocho meses.
Hoy en día hay más diversidad en los medios debido a la expansión de los canales estatales y algunos de los periódicos más importantes de oposición (El Universal y El Nacional) perdieron parte de su participación en el mercado porque su enérgica oposición se tropezó con la popularidad y el éxito del gobierno. Pero los medios privados siguen siendo sólidamente partidistas y aún mantienen una participación en los medios en general que es mayor a la de sus oponentes de los medios estatales. Algunos se han acercado más al modelo de Fox News, siguiendo algunas de las normas del periodismo moderno mientras que ignoran otras. Pero aún siguen siendo una fuerza importante de oposición.
Unos medios privados como los que existen hoy en Venezuela no serían tolerados en Estados Unidos, en donde tenemos una Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) y reglas que impedirían su existencia. Por ejemplo, dos semanas antes de las elecciones presidenciales de 2004 en Estados Unidos, el conglomerado Sinclair Broadcast Group, con oficinas centrales en el estado de Maryland y dueño de la cadena más grande de canales de televisión en Estados Unidos, decidió transmitir un documental que acusaba al candidato John Kerry de traicionar a los prisioneros estadounidenses en Vietnam. Diecinueve senadores demócratas enviaron una carta a la FCC pidiendo que se realizara una investigación y algunos hicieron declaraciones públicas en las que afirmaban que la licencia de transmisión de Sinclair estaría en juego si decidía continuar con sus planes. Sinclair se echó atrás y nunca transmitió el documental.
En Venezuela, el gobierno decidió en mayo de 2007 no renovar la concesión de transmisión a RCTV, el canal de televisión más grande del país. Los medios internacionales de comunicación intentaron crear la impresión de que se trataba de un acto de censura, pero el hecho es que un canal de televisión como ése, no obtendría una licencia de transmisión en Estados Unidos o probablemente en cualquier país democrático. Además de su activa participación en la huelga petrolera descrita anteriormente, el canal también utilizó imágenes falsas de video durante el golpe de abril de 2002 para convencer al público de que el gobierno estaba asesinando a gente en las calles. Este engaño jugó un papel muy importante en el golpe, el cual fue revertido cuando cientos de miles de venezolanos – lo que nunca se mostró en la televisión venezolana – se echaron a las calles a defender su democracia.
Si a la SIP le preocupa la libertad de prensa en la región, talvez quieran reunirse en Colombia, en donde recientemente un periodista tuvo que huir del país después de que el presidente Álvaro Uribe lo denunciara e inmediatamente recibiera amenazas de muerte. Colombia tiene escuadrones de la muerte reales que asesinan a opositores del gobierno; Chávez también ha criticado a periodistas, pero nadie ha tenido que huir del país por eso. Naturalmente, Colombia no puede negarle la licencia de transmisión a un canal televisivo de oposición porque simplemente, el país no cuenta con canales de ese tipo.
Mejor aún, la SIP podría organizar un panel imparcial de expertos para comparar el estado de la libertad de prensa y la diversidad de medios en Venezuela con el resto de la región. Esto fue lo que hizo el Centro Carter en respuesta a las amplias alegaciones, pero completamente sin fundamentos, de un fraude electrónico en el referendo revocatorios en agosto de 2004 – fraude que fue investigado y luego descartado por el panel.
Un estudio objetivo encontraría que los medios de comunicación en Venezuela están entre los más opositores del hemisferio, y sin censura. Claro que los medios estatales también son partidistas. No es un sistema perfecto y yo preferiría que todas las partes informaran objetivamente. Pero los dos lados, en polos opuestos, proporcionan más diversidad y opciones para el público de lo que sucede en la mayoría de países en el hemisferio (incluyendo a Estados Unidos), en donde oligopolios de medios dominan y algunas veces hasta inclinan elecciones hacia la derecha, como en México y Costa Rica más recientemente, o Brasil antes de 2002.
Al tomar partido en la política venezolana, sin antes investigar los hechos de la situación, la SIP se desacredita a sí misma como una organización que profesa y lucha por la libertad de prensa.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Tiene un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, con Dean Baker, de Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000) y ha escrito numerosos trabajos de investigación sobre política económica. También es presidente de la organización Just Foreign Policy.